RAIMUNDO
Raimundo no es joven.
Su cuerpo de hombre
no es ya más flexible, no es ágil, no es joven.
No hay hermosura en sus manos,
en sus uñas sarmentosas, en sus dedos deformados.
Es una mueca su boca:
boca de pliegues amargos, boca de dolor cansado.
Sus ojos grises, ojos de llanto que no brotó
y contenido, como un diamante, cristalizó,
miran ausentes, cansinamente, sin luz ni ardor.
Su vejez de bronce
hecha a los pesares, hecha a los dolores,
le ha secado el alma y consumido el pecho.
¡Quiera Dios que nunca te suceda igual!
Por eso, impasible ve pasar la Vida
desde la atalaya de su ancianidad.
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Navidad en
2007
Quiero y no puedo entonar
loores de Navidad con el corazón atribulado.
Quiero y no puedo rimar un mensaje de alegría navideña cuando estoy
sumida en la congoja, cuando siento la impotencia subirme hasta la
boca,
cuando mis hermanos en Jesús se matan y se mueren y se odian.
Quiero y no puedo cantar
de alegría por el nacimiento del Niño divino
cuando busco en un recodo de esperanza la salvación de mi pueblo
y no la encuentro. Cuando veo que otros pueblos en América Latina
se contagian de un mismo anticristo de maldad y se suicidan.
Quiero y no puedo
pregonar con júbilo esta Navidad cristiana
cuando me duele una Cuba víctima de patrioteros y traidores
salidos no sé de dónde con el objetivo solo de lograr su propio
medro.
Cuando Jesús y Martí, abrazados en la Cruz, sólo lágrimas derraman.
Mas quiero y puedo
proclamar mi fe en que a la noche seguirá la aurora.
La estrella de Belén, la luz de amor, disipará tinieblas, lavará
pecados
y la carne olorosa del Dios Niño volverá, con la paz, a redimirnos.
Eliana Onetti |
El Beso
del libro
"En clave de...¡mujer!
Con el ansia derramada de un "te quiero" sonó el
chasquido
de un beso exacerbado en la sombra...
Dos cuerpos febricitantes de pasión que se encendieron
como una antorcha de savia viva.
Que hicieron juntos, en lúbrico descenso al infinito,
el viaje secular que no termina.
Que dieron rienda suelta a su deseo volviendo a las raíces
de la vida con furia y alegría.
Y cuando se miraron nuevamente desde un lacio estupor
de carne sudorosa y complacida,
sintieron del eterno llamado de la especie
la plácida ventura compartida.
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A UN NIÑO
Niño que viste nacer
del cascarón un jilguero
y no supiste entender
de vida nueva el venero.
Niño que corriste luego
hasta el regazo materno
con el cuestionario eterno
hecho beso, abrazo y ruego.
Tú infundes en mí esperanza,
tú menguas mi escepticismo,
tú mitigas mi añoranza
al presentir tu humanismo. |
Niño, crisálida hermosa
de una mente alerta y sana,
romperás en mariposa
y en promesa de mañana.
Y cuando el dulce prodigio
ponga estrellas en tu frente,
tendrás honor y prestigio.
Serás hombre, simplemente.
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ISABEL
(De
la antología "Y Dios la hizo...¡mujer!)
Isabel, Isabel,
¡cuán hermosa es
Isabel!
Brillando en la miel
oscura de su mate piel,
destacan los ónices
negros de sus ojos
y la intrépida
ufanía de sus labios rojos
y la dulce redondez
de un lunar de travesura
perdido en la
comisura de una boca de miel.
La furia de sus
guedejas, corona soberana,
serpeando en el arco
delicioso de la espalda,
se esparce,
fingiendo asombros, como guirnalda.
El talle esbelto,
flexible portento de gracia,
y el pecho que se
encarama y olor a lirios emana.
Las rítmicas caderas
henchidas y opulentas,
las piernas
delicadas, torneadas, pero rectas,
la curva deseable de
sus nalgas erectas
y los pies diminutos
de andares que marean
con la cadencia
erótica de sus pisadas lentas.
Y sin embargo tiene,
¡qué paradoja!,
las manos feas. |
En dulce abrazo
enlazados, caminan Amor y Fe
Abrázame tú, ¡mi
hermano! Hermano,
¡te abrazaré!
Amor y Fe van unidos
dejando estelas de luz.
Por qué tú y yo no
seguimos su ejemplo…
¿lo sabes tú?
Amor y Fe que se
abrazan han encontrado a Jesús.
Vente conmigo,
abrazados, al pesebre…
¡y a la cruz!
Si en un abrazo
hermanados vivimos la Navidad
-credo dulce, credo
diario-, habrá milagro…
¡de Paz!
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Mi batalla
Nos miramos frente a frente la Vida y yo.
Medimos un mano a mano y no iba venciendo yo.
La esperanza por coraza, bien armada de ilusión,
la
ventura de estar viva escogí como pendón.
Inerme, en cada caída, perdí la voz y el coraje
mas
cautericé mi herida y me lancé al abordaje.
La magia de cada día me ha endulzado la amargura.
He
perdido mil batallas,¡sin rencor!, en mi andadura.
Hoy seguimos frente a frente la Vida y yo.
Medimos un mano a mano y no voy venciendo yo.
Mi coraza es la esperanza y mis armas de ilusión.
La
ventura de estar viva sigue siendo mi pendón. |
PROSOPOGRAFÍA
(del libro "Al arrimo de mi
otero")
Son toscos...
Cada rasgo se perfila
desprovisto de ternura,
primitivo, irreal, completo.
Son fuertes como cimientos.
Hechos para soportar la carga
enorme de un mundo.
Son recios...
Tienen la aspereza de todos
los caminos
y el color moreno de la
tierra calcinada
por un sol de infierno...
Son hermosos con la hermosura
de lo ciclópeo,
que se sublima en lo feo.
Son gigantescos...
Rudos y quietos, tocan el
cielo.
Son silenciosos...
Conmovedores como un
reencuentro.
¡Pies
tallados con navaja en la nobleza de un leño!
LOS PICHONES
—Pajarillo,
pajarillo, que has hecho en mi jardín tu nido
No temas por tus polluelos,
que están a salvo conmigo,
Yo les hice cama blanda con
algodón y retama
y los tengo calentitos, no
temas por tus hijitos.
Les doy
siempre de comer cuando siento sus piídos
y al gato tengo prohibido
entrar en mi habitación
no vaya a ser que el ladrón me robe algún pichoncito.
No estés triste, pajarillo, ya sabes que están conmigo—.
—Niño,
niño, que robaste mis pichones de mi nido
No importa que estén
calientes, resguardados y comidos.
¿Quién les dará mi cariño,
quién les limpiará el piquito,
quién les dirá cuándo es
tiempo de echar a volar del nido?
¿Quién les
enseñará como yo a revolotear en círculo
a cazar su primer grillo, a
desgranar cada trino?
Niño, devuélveme mis pichones,
que mejor están conmigo—.
—¡Pajarillo, yo no supe que le
hacía mal a tus hijos!—
LANZAROTE
Te
tiendes sobre un lecho de basalto
que Vulcano calcina eternamente,
sufriendo de los vientos el asalto
que hieren tu costado airadamente.
En mar de Atlante
embravecido
que saja tus orillas como tralla,
apenas el cielo ensombrecido
una manera de lloverte halla.
Como un caracol de testa
erguida
se yergue tu figura pavorosa,
doliéndose silente de su herida.
Y el sol que ha
pretendido castigarte,
magma dormida, génesis de vida,
te rinde pleitesía, por besarte.
|
La
Alacena De La Abuela
Abuela, quiero decirte
lo mucho que te recuerdo.
Amo tu figura triste
y tus andares muy lentos.
Recuerdo bien tus historias
de juventud en el pueblo
y recuerdo las magnolias
sembradas detrás del huerto.
La
casa donde viviste
está todavía en pie.
Aunque nunca lo supiste,
papá la pintó después.
Por
Navidad nos reunimos
alrededor del hogar
y recordamos tus mimos
con cierta serenidad.
Soy
yo la que me ocupo
de mantener tu alacena.
Siempre la limpio y la pulo.
La dejo como patena.
Después me siento y la miro
y no llamarte me cuesta.
¡Tanto la limpié contigo,
abuela, y hoy estás muerta!
Del libro "Vergara, óleos al viso de la poesía |
|
SERENIDAD
Soñé
la luz.
La soñé misteriosa y opalina,
nebulosa y fugaz y transparente.
Halo incorpóreo que me ungió la frente
con óleo etéreo e inundó mis manos
de trémulo fulgor insospechado.
Su tenue resplandor hinchó mi pecho
de ingrávida frescura inadvertida
que me hizo suspirar plácidamente.
Entonces presentí la dulce calma,
preludio de un espíritu sereno,
!y di gracias al Cielo por ser bueno!
Del libro
"Vergara, óleos al viso de la poesía"
|
ASÍ
Esa
copa de licor
que descansa en la bandeja
no es más que amor.
Hay amores así,
que cuando se beben,
amarga su hez... |
|
LA PAZ DEL PESCADOR
Pescador, avía tus redes
y hazte
sin miedo a la mar;
vete en
busca de los peces
que han
de procurarte el pan.
Pescador, cuando en tu barca
estás
solo en alta mar,
pese a
la cosecha parva
te
sientes libre y en paz.
Es porque entre cielo y agua,
bajo el
sol abrasador
que
tiene calor de fragua,
estás
más cerca de Dios. |
PLEGARIA
Pues eres,
seas.
Sé en mí en prueba de
amor.
Dame compasión para el
inerme
Y olvido de mi propio
desvalimiento.
Dame ternura para el
sufrido,
que no piense yo en mi
propio dolor.
Dame la sana alegría que
enciende los ojos del niño,
que no pueda la amargura
de la vida
opacar la ventura de
estar viva.
Dame fortaleza en la
desgracia:
con incansable denuedo
luche yo por ser mejor
sin desmayos ni plañidos
lastimeros.
Sé en mí en prueba de amor.
Pon en mi ser la
ambición de honestidad
que me lleve por la
senda estrecha de la Verdad.
Dame, en mi vida de
abrojos, la estoica conformidad
que me haga sufrir mi
pena con serena dignidad.
Sé en mí en prueba de amor.
Sobre todo, dame fe en
un futuro mejor.
Dame la satisfacción de
una conciencia limpia
de rencores y malicia.
Dame, al cabo de mi
vida, un poco de beatitud.
Sé mi fuente de reposo
al fin de mi juventud.
Tú eres el Dios de Amor.
Seas en mí...¡por
compasión!
y haz que me encuentre a
la Muerte
libre de odios,
mansamente. |
|
CINCUENTA AÑOS
Cincuenta
años. No pensé
que de medio
siglo al cabo
de mi cuerpo
en menoscabo
se erigiese
cuanto sé.
Estudié en
Filosofía
de la vida
los problemas
y los éticos
emblemas
morales en
Teosofía.
Soñé con
honor y gloria,
me empapé de
patriotismo
y amé
conciencia y civismo
con la Moral
y la Historia.
Sentí el
amor y el orgullo
de la raza y
del linaje
del
castellano lenguaje
surgir en mí
cual capullo
de rosa viva
y henchida
y hallé en
la literatura
una fuente
limpia y pura
que me
perfumó la vida.
Y cuando
quise salir
al mundo,
cual mariposa,
de la
crisálida hermosa
para las
alas abrir,
cerró su
puño un tirano
ahogando en
su felonía
la pureza y
la armonía
de primavera
y verano. |
Año tras año
se ha ido
sin que yo
me diera cuenta
afanándome
en la cuesta
como un
caracol herido.
He acumulado
experiencia
de estos
días a lo largo
que me ha
dejado un amargo
regusto a
muerta inocencia.
Y hoy que
cincuenta años
cumplo no sé
a ciencia cierta
qué parte de
mí está muerta
a fuerza de
desengaños.
En mi cuerpo
los dolores
y en mi alma
la tristeza
son la única
realeza;
son los
dueños y señores
Pero, ¿qué
digo?, ¡infeliz!
¿Todo
duelo?. ¡No es cierto!
Tengo un
secreto huerto
donde
también soy feliz
Tengo un
amor que callado
me insufla
paz y ternura
y un
hontanar de dulzura
al corazón
asomado.
Tengo
también de quimera
repleta la
ensoñación
en cerrada
habitación
donde entra
quien yo quiera.
|
Y tengo al
verso, un amigo
de temprana
juventud,
que me
regala quietud,
que por
siempre va conmigo.
Por eso,
aunque el umbral
de mi vejez
ya vislumbro;
aunque
consciente columbro
de mi
existencia el final;
aunque de la
sociedad
no guardo
buenos recuerdos;
aunque sólo
desacuerdos
tengo con la
realidad;
aún me
inquieta la vida,
aún me
excita el placer,
aún me
complace tener
para dar a
quien me pida.
Gracias,
Dios, por tu bondad;
porque me
has permitido
salvaguardar
mi escondido
carmen de felicidad.
|
Amanecer
La
bruma, cual cendal luminiscente,
envuelve en halo plúmbeo la montaña.
El
aire sonrosado y transparente
bosteza con tranquilas bocanadas
y
flota en el espacio la quimera
como
una garza quieta, como garza.
El
mar, que se vislumbra en lontananza,
relumbra en el clarear de la mañana
sin un
solo reflejo de ola rota.
Con
tenue mansedumbre de gaviota
la
brisa, prisionera entre las ramas,
ensaya
rimas con las hojas claras.
Prodigioso esplendor de epifanía,
encierra ese milagro de la aurora,
hermoso por su onírica dulzura,
la
mágica visión de la armonía
que
brota de la esencia de las cosas.
|
|
GABRIELA
G
avilla morena de trigo maduro;
A
cebo espigado de reflejos glaucos;
B
risa insatisfecha;
R
oquedal y estrella.
I
ntima y lejana,
E
remita y solidaria,
L
ibaste de la copa de la
vida
A
sida firmemente a la tristeza.
|
M
e duelen tus dolores, poetisa.
I
nspírame tu fortaleza.
S
oy mujer como tú y soy
maestra.
T
emplándome en tu ejemplo,
R
edoma quiero ser de tu ternura,
A
ljibe quiero ser de tu dulzura,
L
ampa quiero ser de tu cosecha.
|
HAIKU
Lotos
callados
en el estanque verde...
Las
aguas duermen.
NOCHEBUENA
Es
Nochebuena de ciudad grande.
Encandiladas
están las calles
de luces de
vidrieras y de guirnaldas de escaparates.
El aire vibra
y se tensa con expectación mundana
de multitud
que se afana en rebuscar novedades.
Quieren
encontrar obsequios
con qué
comprar voluntades sin acordarse siquiera
del niño que,
en el pesebre, vino al mundo sin pañales.
Mientras, el
alma se aprieta,
¡sola con sus
soledades!
Eliana Onetti
|
Promesa
Vamos juntos por la senda, de la mano,
nuestras sombras precediéndonos, unidas.
En mi mano está el consuelo de tu mano;
tu mirada en mi mirada está sumida.
Vamos juntos, compañero de destierro,
compartiendo nuestras penas y alegrías.
Cuantas veces tropezamos y caemos,
restañamos mutuamente las heridas.
Juntos siempre hasta el final, sencillamente,
tú y yo iremos, compañero, por la vida.
Y aún entonces estaremos tras la muerte
siempre juntos en la sombra indefinida.
Eliana Onetti
|
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¿Cómo?
Amo las piedras vetustas
y los portones oscuros;
amo los claustros desnudos
y las cúpulas augustas.
Los
amo porque Pasado,
antecesor de Presente,
tiene la respuesta siempre
de cada porqué y por cuanto.
Y
cuando veo la piedra
muerta alzarse en muro,
me pregunto cómo pudo
nacerle, verde, la hiedra.
Eliana Onetti
Del libro
"Vergara, óleos al viso de la poesía"
|
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