ES TIEMPO DE NAVIDAD
Sinceramente creo que, si la memoria derramamos por los años
ya vividos, los sentimientos que animan nuestro pensamiento nos abocan, con
frecuencia, a esa realidad que hace indefectible mella en todo ser humano: uno
tras otro, los días van consumiendo nuestra existencia sin apenas darnos cuenta.
Quizá por eso, o no sé por qué, hoy caigo en la cuenta de que
tengo apagada y fría el alma; sin asomo de rescoldo que la avive.
Será porque hoy veo cómo se desvanecen mis quimeras; será
porque ya no soy lo que antes fuera, porque ya no siento lo que sintiera. Porque
clamo al Cielo y no responde cuando sigo buscando la fe que otrora tuve y tiempo
ha que ya perdiera, en mi largo caminar por los senderos de esta vida.
Ojalá esta Navidad haga que vuelva a mí la esperanza. Pues
fuimos muchos los que creímos tener claro que la Navidad no dura sólo un día; ni
son sólo las tres largas semanas que conocemos como ‘Tiempo de Navidad’, según
el calendario litúrgico, o lo que, en nuestros recuerdos más queridos, era todo
el tiempo que nos duraban las vacaciones cuando éramos estudiantes, aquellas que
empezaban poco antes del 25 de diciembre y terminaban después de Reyes,
generalmente hacia el 8 de enero.
Después hemos ido descubriendo que aquella primera y única
Navidad, que cambió el ritmo espiritual del mundo, y que seguimos celebrando a
través de los siglos, puede y debe ser cada uno de los días que vivimos.
Porque el verdadero significado de la Navidad es: amor de
siempre y para siempre, Amor de Dios. Ése que está por encima de enfrentamientos
raciales, étnicos, religiosos, económicos, políticos y hasta familiares. Ése que
tan sólo se concreta en amor al prójimo, poniendo de fiesta nuestro corazón para
celebrar con gozo y gratitud, una vez más, la Navidad...y recordando...
“Gloria a Dios en las alturas
y Paz a los hombres de buena voluntad”
¡FELIZ NAVIDAD!
Antonio Alcalá