ROSALÍA  DE  CASTRO

                                 

    El 15 de Julio de 1885 murió en España Rosalía de Castro. Su nombre ha tiempo  quedo incorporado al rol de las glorias literarias de España, a pesar de lo limitado de su producción en castellano.. Rosalía de Castro escribió lo mejor de su obra poética en lengua gallega, que aun sin que se la entienda perfectamente, enamora por la cadencia suave que parece servir de dosel armonioso a su pronunciación. Esta fluye como si quisiera arrullar al oyente y sus voces se filtran con rumoroso deleite por  los canales auditivos.  También Alfonso X el Sabio, que proclamo la oficialidad de la lengua castellana en España y sustituyo el latín por el romance en los documentos reales, prefirió el galaico para escribir sus hermosas “Cantigas de Santa Maria”.

     Escribir  sobre una obra poética no es fácil; comprender la poesía, menos aun. Pero a veces los versos que brotan de corazones enamorados se apoderan del sentimiento en forma inesperada y es entonces cuando se aprecia la belleza que emana de ellos. Rosalía de Castro fue una dulce mujer nacida en Galicia, que vivió enamorada de su tierra, del lar querido del que nunca se aparto, de los ríos, de los montes, de las grises claridades de las mañanas de invierno, de las nubes y de las lluvias de su tierra gallega. Asimismo, sintió en lo profundo de su alma los dolores de esa tierra pobre; los del campesino humilde y los del humilde emigrante, trabajador y honesto, que al embarcar para América decía adiós a su patria, quizás para siempre.

     Rosalía de Castro no salió nunca, no ya de España, sino casi ni tan siquiera de su ámbito regional, donde crió a sus hijos, amó a su marido con profundo amor y escribió su entrañable poesía amorosa, melancólica, tierna y dolorida.

    Nació en 1837 y en la España de aquella época no eran bien vistas las mujeres que hacían gala de mucho entendimiento. Bien es verdad que en Madrid se rendía homenaje a Carolina Coronado y a la sin par Gertrudis Gómez de Avellaneda, en plena efervescencia del romanticismo, pero no es menos cierto que no todas las avenidas a la actividad académica estaban totalmente francas al intelecto de la mujer. Ya parecían olvidadas las ardientes frases del Padre Feijoo en defensa de la inteligencia femenina.

     Y Rosalía de Castro, casi aislada en su tierra gallega, en su apartamiento modesto y sin la fortaleza de carácter de la otra insigne gallega doña Emilia Pardo Bazán. no pudo sustraerse a las consecuencias de tan injusto sistema y ese mismo rigorismo la une milagrosamente a Cuba, porque uno de sus libros, “Follas Novas”, que con “Cantares Gallegos” forma su mejor obra, se publicó por vez primera en la Habana, ano de 1872, gracias a la generosidad y fiel admiración de sus paisanos gallegos de Cuba. Más tarde, en 1880, y con un prólogo de Emilio Cautelar, habría de publicarse en Madrid.  Esta edición contiene una dedicatoria dirigida a la Sociedad de Beneficencia de los Naturales de Galicia en la Habana. Así desde su Galicia amada “con versos doloridos porque se sufre mucho en la tierra gallega”, Rosalía bordonea un largo florilegio poético que abraza por igual a los paisanos que ella ve cada día laborar la dura tierra junto a sus mujeres, fieles y recias, y a los gallegos que han emigrado a América para rescatar el hogar de los tentáculos de la usura y la pobreza...  “La emigración -dice Rosalía refiriéndose a las mujeres gallegas- les arrebata de continuo al amante, al hermano, al marido, cuando no es el servicio militar el que se lo lleva. Y ellas han de soportar todo el peso de la casa, viudas de vivos que, a veces, no vuelven a saber del marido que un día dijo adiós y ya no volvió”.

     Después, también tiene que contemplar impotente, como otro gran poeta gallego, Curros Enríquez, abandona la tierra galiciana huyendo de la injusticia. El poeta, aquende el mar, se convierte en un gallego de Cuba, “esa prolongación de Galicia -dice Ángel Lázaro- pues el gallego queda más cerca de la Habana, que de Madrid”.  Curros Enríquez se gana la vida como periodista en el “Diario de la Marina”. Su voz poética parece enlazarse en la vibración de la tierra con la de Rosalía, otra forma también lírica de que ésta se une a Cuba, a sus gallegos de la Habana, a sus queridos paisanos de ultramar.

     De su corazón van a brotar entonces los dulces versos de “Cantares Gallegos”.   La “saudade” gallega es esa voz que no alcanza una exacta traducción al castellano, pero que cuando se capta la dulce melancolía de los versos rosalianos ayuda a comprender los sentimientos que bullían en la honda intimidad amorosa de la frágil galleguita que hizo versos en su lengua tan musical:

“Campanas de Bastabales

cuando vos oyo tocar

morrome de soidades”. 

    Las Campanas de Bastabales hablan al corazón y sus frases traen el eco sonoro de los campos perfumados, de los montes lejanos, de los valles floridos, del gris, del azul, del oro y hasta de la desolación del paisaje gallego. Y sobre todo del mar, del mar infinito por donde Galicia emigra en éxodo. A las puertas de la muerte la poetisa se alza del lecho y le dice a su hija Alejandra: “Abre la ventana que quiero ver el mar”.  Al mar da el ancho ventanal de su habitación. Y con el tañido de las campanas la poetisa torna a llorar.

    Podríamos los cubanos unirnos al alma de Rosalía y ensayar con ella un dúo de soledades. Por doquier se escuchan campanas y dondequiera las campanas hablan al corazón y evocan con lenguaje profundo y misterioso el paisaje de ríos pequeños que corren por cauces estrechos, de rosas  rojas y cañaverales verdes, de enredaderas, jazmines y flamboyanes; de palmas y aves canoras y de un vasto mar azul por donde también el cubano emigra en éxodo;  las campanas hablan de amor y amistad, de quietud perdida, de calles y casas, de aleros frondosos y golondrinas inquietas;  las campanas hablan de historia y leyendas pasadas, de héroes que han callado para siempre bien metidos en sus tumbas de olvido; las campanas, en fin, hablan dondequiera de “soidades” que se alargan y se alargan, rodeando universos humanos con férreos brazos que ahogan y “sin querer” --como dicen los Cantares de Rosalía -- tornamos a llorar”.

    Galicia nos puede prestar a Rosalía para que en el recuerdo de los gallegos cubanos, también los cubanos que no somos gallegos podamos sentirnos solidarios de los cantares gallegos que recogieron toda la nostalgia de un corazón enamorado de su tierra.  ¡Y eso que ella la tenia allí mismo, al alcance de sus ojos, de sus manos, y que vio, inminente ya el momento de la muerte, el pedazo donde iban a descansar sus restos!

     Así, el recuerdo de Rosalía de Castro nos puede servir de aliento y apoyo cuando la imaginación al vuelo parece escuchar las campanas que casi hacen morir de tristezas y soledades.

 Marco Antonio Landa

 

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