Soneto para no morirme Gastón Baquero
Escribiré un soneto que le oponga a mi muerte |
EL BRINDIS DEL BOHEMIO Guillermo Aguirre y Fierro
-Yo brindo, dijo Juan, porque en mi mente |
Brindo porque mis versos cual saetas
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Paisaje espiritual Julián del Casal
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Canción de otoño en primavera
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Otra juzgó que era mi boca Rubén Darío
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LA ROSA AMARILLA
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Amarilla
volviese |
Teman las niñas Juan E. Hartzenbuch |
Para un menú
Manuel Gutiérrez Nájera
Las novias pasadas son copas vacías,
en ellas pusimos un poco de amor;
el néctar tomamos... huyeron los días...
¡Traed otras copas con nuevo licor!
¡Champán son las rubias de cutis de azalea;
borgoña los labios de vivo carmín;
los ojos obscuros son vino de Italia
los verdes y claros son vino del Rhin!
¡Las bocas de grana son húmedas fresas;
las negras pupilas escancian café,
son ojos azules las llamas traviesas
que trémulas corren como almas del té!
¡La copa se apura, la dicha se agota;
de un sorbo tomamos mujer y licor...
Las copas dejemos...; si queda una gota,
que beba el lacayo las heces de amor!
Manuel Acuña
para aspirar la dicha y el contento
¿te doblas ya cansada y sin aliento,
te entregas al dolor y a la agonía?
¿No ves, acaso, que esa sombra impía
que ennegrece el azul del firmamento
nube es tan sólo que al soplar el viento,
te dejará de nuevo ver el día?...
¡Resucita y levántate!... Aún no llega
la hora de que en el fondo de tu broche
des cabida al pesar que te doblega.
Injusto para el sol es tu reproche,
que esa sombra que pasa y que te ciega,
es una sombra, pero aún no es la noche.
Carta de Amor José Ángel Buesa (Cuba)
Aquí, sin ti, ya sé lo que es la
muerte,
Quiero que no
se empañe tu mirada, |
Y, sobre todo, lo que quiero y quiero
Aquí llueve y
no importa, pues la lluvia es tan leve
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Una mujer me ha envenenado el alma, otra mujer me ha envenenado el cuerpo; ninguna de las dos vino a buscarme, yo de ninguna de las dos me quejo. |
Como el mundo es redondo, el mundo rueda. Si mañana, rodando, este veneno envenena a su vez, ¿por qué acusarme? ¿Puedo dar más de lo que a mí me dieron? Gustavo Adolfo Bécquer |
PREGÓN Rafael Alberti
¡Vendo nubes de colores: las redondas, coloradas, para endulzar los calores!
¡Vendo los cirros morados y rosas, las alboradas, los crepúsculos dorados!
¡El amarillo lucero, cogido a la verde rama del celeste duraznero!
¡Vendo la nieve, la llama y el canto del pregonero!
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Nadie fue ayerLeón Felipe
Nadie fue ayer ni va hoy, ni irá mañana hacia Dios por este mismo camino que yo voy. Para cada hombre guarda un rayo nuevo de luz el sol... y un camino virgen Dios. |
MARIO BENEDETTI Si pregunta por mí, traza una cruz de silencio en tus labios.
Si pregunta por mí dile que he muerto que he ido al fondo del olvido, que soy un árbol triste cansado de esperar.
Pero, si pregunta por mí no le des mis palabras cálidas, no le des mi sonrisa triste, no le digas que todavía lloro, que todavía su imagen está entre mis sueños, que quisiera como tantas veces volver en sueños a ese mundo de maravillas Sólo dile que me he ido y no sabes donde. |
Vamos a ver, si la ves pregúntale, pregúntale si su predilecto libro entre las manos me recuerda, pregúntale si sus caricias, que han de corresponder a otro, son de aquel amor que ella me brindaba. Si pregunta por mí, dile que me he ido al infierno.
Pero...no...espera si ves que en sus ojos hay aunque sea un poco de luz para mi, dile, tan sólo dile que venga.
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Nocturno
José Asunción Silva, colombiano
Una noche,
una noche toda llena de perfumes, de murmullos y de música de alas,
una noche,
en que ardían en la sombra nupcial y húmeda las luciérnagas fantásticas,
a mi lado, lentamente, contra mí ceñida toda,
muda y pálida
como si un presentimiento de amarguras infinitas
hasta el fondo más secreto de tus fibras te agitara,
por la senda que atraviesa la llanura florecida
caminabas,
y la luna llena
por los cielos azulosos, infinitos y profundos esparcía su luz blanca,
y tu sombra,
fina y lánguida,
y mi sombra
por los rayos de la luna proyectada
sobre las arenas tristes
de la senda se juntaban
y eran una
y eran una
¡y eran una sola sombra larga!
¡y eran una sola sombra larga!
¡y eran una sola sombra larga!
Esta noche
solo, el alma
llena de infinitas amarguras y agonías de tu muerte,
separado de ti misma por la sombra, por el tiempo y la distancia,
por el infinito negro,
donde nuestra voz no alcanza,
solo y mudo
por la senda caminaba,
y se oían los ladridos de los perros a la luna,
a la luna pálida
y el chillido de las ranas...
Sentí frío; (era el frío que tenían en la alcoba
tus mejillas y tus sienes y tus manos adoradas,
entre las blancuras níveas
de las mortuorias sábanas!)
Era el frío del sepulcro, era el frío de la muerte,
era el frío de la nada...
Y mi sombra
por los rayos de la luna proyectada,
iba sola
iba sola
¡iba sola por la estepa solitaria!
Y tu sombra esbelta y ágil,
fina y lánguida,
como en esa noche tibia de la muerta primavera,
como en esa noche llena de perfumes, de murmullos y de música de alas,
se acercó y marchó con ella,
se acercó y marchó con ella,
se acercó y marchó con ella... ¡Oh las sombras enlazadas!
¡Oh las sombras de los cuerpos que se juntan con las sombras de las almas!
¡Oh las sombras que se buscan en las noches de tristeza y de lágrimas!
FRANCISCO
LUIS BERNÁRDEZ
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José Mª Gabriel y Galán
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II |
Balada del enamorado José Ángel Buesa Una tarde lejana, El hombre enamorado del amor Fue a recoger, al pie de una ventana, Un beso y una flor.
Abajo estaban ella, La flor, el beso y el atardecer; Pero allá arriba, en la ventana aquella, Se asomaba una sombra de mujer.
Y el alma se le iba Al hombre enamorado del amor; Y sus ojos miraban hacia arriba Al dar el beso y al coger la flor.
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Nunca supo quién era. Nunca la volvió a ver. Pero el perfume de su cabellera Llenó de rosas el atardecer.
Y hoy, al pasar, con la cabeza cana, El hombre enamorado del amor Suspira por la sombra en la ventana Sin recordar el beso ni la flor…
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El arte
Cuando la vida, como fardo inmenso, pesa sobre el espíritu cansado y ante el último Dios flota quemado el postrer grano de fragante incienso; cuando probamos, con afán intenso, de todo amargo fruto envenenado y el hastío, con rostro enmascarado, nos sale al paso en el camino extenso; el alma grande, solitaria y pura que la mezquina realidad desdeña, halla en el Arte dichas ignoradas, como el alción, en fría noche oscura, asilo busca en la musgosa peña que inunda el mar azul de olas plateadas. Julián del Casal
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La felicidad
Un cielo azul de estrellas brillando en la inmensidad; un pájaro enamorado cantando en el florestal; por ambiente los aromas del jardín y el azahar; junto a nosotros el agua brotando del manantial nuestros corazones cerca, nuestros labios mucho más, tú levantándote al cielo y yo siguiéndote allá, ése es el amor mi vida, ¡Ésa es la felicidad!... |
Cruzar con las mismas alas los mundos de lo ideal; apurar todos los goces, y todo el bien apurar; de lo sueños y la dicha volver a la realidad, despertando entre las flores de un césped primaveral; los dos mirándonos mucho, los dos besándonos más, ése es el amor, mi vida, ¡Ésa es la felicidad...!
Manuel Acuña |
Gustavo Adolfo Bécquer
Yo me he asomado a las
profundas simas
Mas, ¡ay!, de un
corazón llegué al abismo |
Para entonces
Manuel Gutiérrez Nájera
Quiero morir cuando decline el día,
en alta mar y con la cara al cielo;
donde parezca un sueño la agonía,
y el alma, un ave que remonta el vuelo.
No escuchar en los últimos instantes
ya con el cielo y con el mar a solas,
más voces ni plegarias sollozantes
que el majestuoso tumbo de las olas.
Morir cuando la luz triste retira
sus áureas redes de la onda verde,
y ser como ese sol que lento expira:
algo muy luminoso que se pierde...
Morir, y joven: antes que destruya
el tiempo aleve la gentil corona;
cuando la vida dice aún: soy tuya,
aunque sepamos bien que nos traiciona.
Alfonsina Storni
Grata flor que te destacas
sobre el verde de las hojas,
cual la sangre de una herida,
roja... roja...
Tú parodias esos labios
purpurinos, que entreabiertos
se dirían de caricias
do sedientos
han copiado de tus hojas
el color de su bandera
los campeones avanzados
de la idea.
Y por eso yo te adoro,
bella flor, que de las hojas
sobre el verde, te destacas
roja... roja...
La brisa(Imitación) Manuel Acuña
A mi querido amigo J.C. Fernández Aliento de la mañana que vas robando en tu vuelo la esencia pura y temprana que la violeta lozana despide en vapor al cielo. Dime, soplo de la aurora, brisa inconstante y ligera, ¿vas por ventura a esta hora al valle que te enamora y que gimiendo te espera? ¿O vas acaso a los nidos de los jilgueros cantores que en la espesura escondidos te aguardan medio adormidos sobre sus lechos de flores? |
¿O vas anunciando acaso, soplo del alba naciente, al murmurar de tu paso, que el muerto sol del ocaso se alza un niño en Oriente? Recoge tus leves alas, brisa pura del Estío, que los perfumes que exhalas vas robando entre las galas de las violetas del río. Detén tu fugaz carrera sobre las risueñas flores de la loma y la pradera, y ve a despertar ligera al ángel de mis amores. Y dile, brisa aromada, con tu murmullo sonoro, que ella es mi ilusión dorada, y que en mi pecho grabada como a mi vida la adoro. |
Madrigal apasionado Federico García Lorca Quisiera estar en tus labios para apagarme en la nieve de tus dientes. Quisiera estar en tu pecho para en sangre deshacerme. Quisiera en tu cabellera de oro soñar para siempre. Que tu corazón se hiciera tumba del mío doliente. Que tu carne sea mi carne, que mi frente sea tu frente. Quisiera que toda mi alma entrara en tu cuerpo breve y ser yo tu pensamiento y ser yo tu blanca veste. |
Para hacer que te enamores de mí con pasión tan fuerte que te consumas buscándome sin que jamás ya me encuentres. Para que vayas gritando mi nombre hacia los ponientes, preguntando por mí al agua, bebiendo tristes las hieles que antes dejó en el camino mi corazón al quererte. Y yo mientras iré dentro de tu cuerpo dulce y débil, siendo yo, mujer, tú misma, y estando en ti para siempre, mientras tú en vano me buscas desde Oriente a Occidente, Hasta que al fin nos quemara la llama gris de la muerte. |
Nochebuena Miguel Rasch
Nochebuena, tú brindas lisonjeros instantes a las vidas conturbadas; contigo resucitan las pasadas noches en que al orar fuimos sinceros.
Resucitan también nuestros primeros años con sus visiones encantadas; el Niño-Dios, hermano de las hadas, los magos, el pesebre y los corderos.
Mucho de lo esfumado y lo perdido en las brumas del tiempo y del olvido, tu evocadora magia nos devuelve.
Calor de hogar el corazón nos llena, mas la felicidad, pura y serena, de estar todos en él... ésa no vuelve.
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Reproches Juan Ramón Jiménez
Como el cansancio se abandona al sueño así mi vida a ti se confiaba... Cuando estaba en tus brazos, dulce sueño, te quería dejar… y no acababa...
Y no acababa… ¡Y tú te desasiste, sorda y ciega a mi llanto y a mi anhelo. y me dejaste desolado y triste cual un campo sin flores y sin cielo!
¿Por qué huiste de mí? ¡Ay quién supiera componer una rosa deshojada; ver de nuevo, en la aurora verdadera, la realidad de la ilusión soñada!
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¿Adónde te llevaste, negro viento, entre las hojas secas de la vida, aquel nido de paz y sentimiento que gorjeaba al alba estremecida?
¿En qué jardín, de qué rincón, de dónde rosalearán aquellas manos bellas? ¿Cuál es la mano pérfida que esconde los senos de celindas y de estrellas?
¡Ay quién pudiera hacer que el sueño fuese la vida!, ¡Que esta vida fría y vana que me anega de sombra, fuera ese sueño que desbarata mi mañana!
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Una maja
Muerden su pelo negro, sedoso y rizo,
los dientes nacarados de alta peineta
y surge de sus dedos la castañeta
cual mariposa negra de entre el granizo.
Pañolón de Manila, fondo pajizo,
que a su talle ondulante firme sujeta,
echa reflejos de ámbar, rosa y violeta
moldeando de sus carnes todo hechizo.
Cual tímidas palomas por el follaje,
asoman sus chapines bajo su traje
hecho de blondas negras y verde raso,
y al choque de las copas de manzanilla
riman con los tacones la seguidilla,
perfumes enervantes dejando el paso.
Julián del Casal
Mi Camisa
Agustín Acosta
¡Esta camisa blanca que mi madre ha zurcido,
tan llena del aroma íntimo de mi casa,
tiene una santidad cuyo oculto sentido
ni envejece ni pasa..!
Yo podré ser mañana un hombre potentado,
sin soberbias ridículas y sin turbios sonrojos.
A estos días de ahora llamaré mi pasado,
y una lágrima triste caerá de mis ojos.
¡Mi pasado! ¡Oh, qué dulce me será todo esto!
En el viejo horizonte ya mi sol se habrá puesto,
y yo despreciaré honores y fortuna…
¡Acaso esté de sedas riquísimas vestido;
mas como esta camisa que mi madre ha zurcido.
no me pondré ninguna...!
Del libro "Los Camellos distantes".1936.
EPITAFIO A ISAAC ALBÉNIZ
Federico García Lorca
Esta piedra que vemos levantada
sobre hierbas de muerte y barro oscuro
guarda lira de sombra, sol maduro,
urna de canto sola y derramada.
Desde la sal de Cádiz a Granada,
que erige en agua su perpetuo muro,
en caballo andaluz de acento duro
tu sombra gime por la luz dorada.
¡Oh dulce muerto de pequeña mano!
¡Oh música y bondad entretejida!
¡Oh pupila de azor, corazón sano!
Duerme cielo sin fin, nieve tendida.
Sueña invierno de lumbre, gris verano.
¡Duerme en olvido de tu vieja vida!
LA VUELTA A LA PATRIA
Gertrudis Gómez de Avellaneda
¡Perla del mar! ¡Cuba hermosa! Después de ausencia tan larga Que por más de cuatro lustros Conté sus horas infaustas, Tomo al fin, tomo a pisar Tus siempre queridas playas, De júbilo henchido el pecho, De entusiasmo ardiendo el alma. ¡Salud, oh, tierra bendita, Tranquilo edén de mi infancia, Que encierras tantos recuerdos De mis sueños de esperanza! ¡Salud, salud, nobles hijos De aquesta mi dulce patria!... ¡Hermanos, que hacéis su gloria! ¡Hermanas, que sois su gala! ¡Salud!... Si afectos profundos Traducir pueden palabras, Por los ámbitos queridos Llevad ¡brisas perfumadas Que habéis mecido mi cuna Entre plátanos y palmas!, Llevad los tiernos saludos Que a Cuba mi amor consagra. Llevadlos por esos campos Que vuestro soplo embalsama, Y en cuyo ambiente de vida Mi corazón se restaura: Por esos campos felices, Que nunca el cierzo maltrata, Y cuya pompa perenne Melifluos sinsontes cantan. Esos campos do la ceiba Hasta las nubes levanta De su copa el verde toldo Que grato frescor derrama: Donde el cedro y la caoba Confunden sus grandes ramas Y el yarey y el cocotero Sus lindas pencas enlazan... Donde el naranjo y la piña Vierten al par su fragancia; Donde responde sonora A vuestros besos la caña; |
Donde ostentan los cafetos Sus flores de filigrana, Y sus granos de rubíes Y sus hojas de esmeraldas. Llevadlos por esos bosques Que jamás el sol traspasa, Y a cuya sombra poética, Do refrescáis vuestras alas, Se escucha en la siesta ardiente Cual vago concento de hadas La misteriosa armonía De árboles, pájaros, aguas, Que en soledades secretas, Con ignotas concordancias, Susurran, trinan, murmuran, Entre el silencio y la calma. Llevadlos por esos montes, De cuyas vírgenes faldas Se desprenden mil arroyos En limpias ondas de plata. Llevadlos por los vergeles, Llevadlos por las sabanas En cuyo inmenso horizonte Quiero perder mis miradas. ¡Llevadlos férvidos, puros, Cual de mi seno se exhalan Aunque del labio el acento A formularlos no alcanza, Desde la punta Maisí Hasta la orilla del Mantua; Desde el pico de Turquino A las costas de Guanaja! Doquier los oiga ese cielo, Al que otro ninguno iguala, Y a cuya luz, de mi mente Revivir siento la llama: Doquier los oiga esta tierra De juventud coronada, Y a la que el sol de los trópicos Con rayos de amor abrasa: Doquier los hijos de Cuba La voz oigan de esta hermana, Que vuelve al seno materno Después de ausencia tan larga Con el semblante marchito Por el tiempo y la desgracia, Mas de gozo henchido el pecho, De entusiasmo ardiendo el alma. Pero, ¡ah!, decidles que en vano Sus ecos le pido a mi arpa; Pues sólo del corazón Los gritos de amor se arrancan.
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A mis hermanos muertos el 27 de noviembre (Madrid, 1872) José Martí
Cadáveres amados los que un día ensueños fuisteis de la patria mía, ¡arrojad, arrojad sobre mi frente polvo de vuestros huesos carcomidos! ¡Tocad mi corazón con vuestras manos! ¡Gemid a mis oídos! ¡Cada uno ha de ser de mis gemidos lágrimas de uno más de los tiranos! ¡Andad a mi redor; vagad en tanto que mi ser vuestro espíritu recibe, y dadme de las tumbas el espanto, que es poco ya para llorar el llanto cuando en infame esclavitud se vive! ¡Déspota, mira aquí cómo tu ciego anhelo ansioso contra ti conspira: Mira tu afán y tu impotencia, y luego ese cadáver que venciste mira, que murió con un himno en la garganta, que entre tus brazos mutilado expira y en brazos de la gloria se levanta! No vacile tu mano vengadora; no te pare el que gime ni el que llora; ¡Mata, déspota, mata! ¡Para el que muere a tu furor impío, el cielo se abre, el mundo se dilata! |
Senos de reina
José Santos Chocano
Era una reina hispana. No sé quién sería
ni cuál su egregio nombre, ni cómo su linaje.
Sólo sé la elegancia con que de su carruaje
saltó al oír a un niño que en un rincón gemía.
Y dijo: “¿Por qué llora?” La tarde estaba fría
y el niño estaba hambriento... La reina abrióse el traje
y dióle el blanco seno por entre el blanco encaje
como lo hubiese hecho Santa Isabel de Hungría.
Es gloria de la estirpe la que le dio su seno
a aquel infante hambriento que acaso sentiría
más tarde un misterioso dinástico derecho.
Y es gloria de la estirpe porque el amor fecundo
con que la reina a un niño le dio su seno un día
fue el mismo con que España le dio su seno a un mundo.
Definición
Eugenio Florit
¡Verso! Cáliz de armonía en cuyo fondo retrata la luz de luna su plata, la luz del sol su alegría.
Puñadito de oro fino que, libre de extraña roca, el pie caminante toca sobre el polvo del camino.
¡Verso! Luminosa escala para besar a Julieta. (La noche calla discreta... se escucha el rumor de un ala)... |
El verso es como la estela que va dejando la nave; es el murmullo de un ave cuando vuela.
Es como rastro de oro que dejó la estrella errante... Es como el toque vibrante de un clarín, alto y sonoro.
El verso es eso y es más; es un suspiro de Dios. Es como el beso de dos que no han de besarse más. |
Gabriela Mistral
La riqueza del centro de la rosa
es la riqueza de tu corazón.
Desátala como ella;
su ceñidura es toda tu aflicción.
Desátala en un canto
o en un tremendo amor.
No defiendas la rosa;
¡te quemaría con el resplandor!
Oración para la hora de la decisión
MahatmaGandhi
Señor, ayúdame a decir la verdad delante de los fuertes
y a no decir mentiras para ganarme el aplauso de los débiles.
Si me das fortuna, no me quites la razón.
Si me das éxito, no me quites la humildad.
Si me das humildad no me quites la dignidad.
Ayúdame siempre a ver la otra cara de la medalla.
No me dejes inculpar de traición a los demás por no pensar igual que yo.
Enséñame a querer a la gente como a mí mismo y a no juzgarme como a los demás.
No me dejes caer en el orgullo si triunfo, ni en la desesperación si fracaso.
Más bien recuérdame que el fracaso es la experiencia que precede al triunfo.
Enséñame que perdonar es lo más grande del fuerte y que la venganza es la señal del débil.
Si me quitas el éxito, déjame fuerza para triunfar del fracaso.
Si yo faltara a la gente, dame valor para disculparme y si la gente faltara conmigo dame valor para perdonar.
Señor, si yo me olvido de ti, no te olvides tú de mí.
Dulce María Loynaz
Dulzura
de sentirse cada vez más lejano.
Más lejano y más vago... Sin saber si es porque
las cosas se van yendo o es uno el que se va.
Dulzura del olvido como un rocío leve
cayendo en la tiniebla... Dulzura de sentirse
limpio de toda cosa. Dulzura de elevarse
y ser como la estrella inaccesible y alta,
alumbrando en silencio...
¡En silencio, Dios mío!...
Poema de la despedida
José Ángel Buesa
Te digo adiós y acaso te quiero todavía
Quizás no he de olvidarte... Pero te digo adiós
No sé si me quisiste... No sé si te quería
O tal vez nos quisimos demasiado los dos.
Este cariño triste y apasionado y loco
Me lo sembré en el alma para quererte a ti.
No sé si te amé mucho... No sé si te amé poco,
Pero si sé que nunca volveré a amar así.
Me queda tu sonrisa dormida en mi recuerdo
Y el corazón me dice que no te olvidaré.
Pero al quedarme solo... Sabiendo que te pierdo,
Tal vez empiezo a amarte como jamás te amé.
Te digo adiós y acaso con esta despedida
Mi más hermoso sueño muere dentro de mí.
Pero te digo adiós para toda la vida,
Aunque toda la vida siga pensando en ti.
Así fue...
Luis G. Urbina
Lo sentí: no fue una
separación, sino un desgarramiento;
quedó atónita el alma, y sin ninguna
luz, se durmió en la sombra del pensamiento.
Así fue: como un gran golpe
de viento en la serenidad del aire.
Ufano, en la noche tremenda, llevaba yo en la mano
una antorcha con que alumbrar mi senda
y de pronto se apagó.
La obscura asechanza del mal
y del destino extinguió así la llama y mi locura.
Vi un árbol a la orilla del camino
y me senté a llorar mi desventura.
Así fue, caminante
que me contemplas con mirada absorta
y curioso semblante,
yo estoy cansado, sigue tú adelante.
Mi pena es muy vulgar y no te importa.
Amé, sufrí, gocé. Sentí el divino
soplo de la ilusión y la locura;
y me senté a llorar mi desventura.
Tuve una antorcha; la apagó
el destino a la sombra
de un árbol del camino.
Implacable
Juana de Ibarbourou
Yo te di el olor
de todas mis dalias y nardos en flor.
Y te di el tesoro
de las hondas minas de mis sueños de oro.
Y te di la miel
del panal moreno que finge mi piel.
¡Y todo te di!
Y como una fuente generosa y viva para tu alma fui.
Y tú, ¡Dios de Hierro!
ante cuyas plantas velé como un perro,
desdeñaste el oro, la miel y el olor.
¡Y ahora retornas mendigo de amor
a buscar las dalias, a implorar el oro,
a pedir de nuevo todo aquel tesoro!
Oye, pordiosero:
ahora que tú quieres, yo ahora no quiero.
Si el rosal florece
es ya para otro que en capullos crece.
Vete, dios de piedra,
sin fuentes, sin dalias, sin mieles, sin hiedra.
Igual que una estatua
a quien Dios bajara del plinto por fatua.
Vete, Dios de Hierro,
que junto a otras plantas se ha tendido el perro.
La última rima
Dulce María Borrero
Yo he soñado en mis lúgubres noches,
en mis noches tristes de penas y lágrimas,
con un beso de amor imposible,
sin sed y sin fuego, sin fiebre y sin ansias.
Yo no quiero el deleite que enerva,
el deleite jadeante que abrasa,
y me causan hastío infinito
los labios sensuales que besan y manchan.
¡Oh mi amado, mi amado imposible;
mi novio soñado de dulce mirada,
cuando tú con tus labios me beses,
bésame sin fuego, sin fiebre y sin ansias!
¡Dame el beso soñado en mis noches,
en mis noches tristes de penas y lágrimas,
que me deje una estrella en los labios
y un tenue perfume de nardo en el alma!
Al Partir
Gertrudis Gómez de Avellaneda
¡Perla del mar! ¡Estrella de occidente!
¡Hermosa Cuba! Tu brillante cielo
La noche cubre con su opaco velo,
Como cubre el dolor mi triste frente.
¡Voy a partir!... La chusma diligente,
Para arrancarme del nativo suelo
Las velas iza, y pronta a su desvelo
La brisa acude de tu zona ardiente.
¡Adiós, patria feliz, edén querido!
¡Doquier que el hado en su furor me impela,
Tu dulce nombre halagará mi oído!
¡Adiós!... Ya cruje la turgente vela...
¡El ancla se alza... El buque, estremecido,
Las olas corta y silencioso vuela!
Plegaria A Dios
Gabriel de la Concepción Valdés (Plácido)
Ser de inmensa bondad, Dios poderoso:
a vos acudo en mi dolor vehemente;
extended vuestro brazo omnipotente,
rasgad de la calumnia el velo odioso,
y arrancad este sello ignominioso
con que el mundo manchar quiere mi frente.
Rey de los reyes, Dios de mis abuelos:
vos sólo sois mi defensor, Dios mío;
todo lo puede quien al mar sombrío
olas y peces dio, luz a los cielos,
fuego al sol, giro al aire, al Norte hielos,
vida a las plantas, movimiento al río.
Todo lo podéis vos, todo fenece
o se reanima a vuestra voz sagrada;
fuera de vos, Señor, el todo es nada
que en la insondable eternidad perece;
y aun esa misma nada os obedece,
pues de ella fue la humanidad creada.
Yo no os puedo engañar, Dios de clemencia,
y pues vuestra eternal sabiduría
ve al través de mi cuerpo el alma mía,
cual del aire a la clara transparencia,
estorbad que, humillada la inocencia,
bata sus palmas la calumnia impía.
Estorbadlo, Señor, por la preciosa
sangre vertida, que la culpa sella
del pecado de Adán; o por aquella
madre cándida, dulce y amorosa,
cuando envuelta en pesar, mustia y llorosa,
siguió tu muerte como helíaca estrella.
Mas si cuadra a tu suma omnipotencia
que yo perezca cual malvado impío,
y que los hombres mi cadáver frío
ultrajen con maligna complacencia,
suene tu voz; acabe mi existencia...
¡Cúmplase en mí tu voluntad, Dios mio!
Francisco de Quevedo y Villegas
sombra que me llevare el blanco día
y podrá desatar esta alma mía
hora a su afán ansioso lisonjera;
Mas no de esotra parte en la ribera
dejará la memoria, en donde ardía:
nadar sabe mi llama el agua fría,
y perder el respeto a ley severa.
Alma a quien todo un Dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
médulas que han gloriosamente ardido
su cuerpo dejarán, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrá sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado.
El Cochero
Gustavo Sánchez Galarraga
Por la mañana, entre bostezos, se acomoda
en el viejo pescante de su coche empolvado;
fustiga al caballejo huesoso y desmedrado,
y blasfema, si siente que resbala o se enloda.
Antes, sin él no había bautizo, entierro o boda;
pero hoy el automóvil lo tiene arrinconado.
Le ha vencido el progreso y, solo, y olvidado,
hoy ya nadie le alquila, porque “pasó de moda”.
Cuando cae la tarde, democráticamente
escancia en la bodega su copa de aguardiente
y, mientras le hacen guiños burlescos las estrellas,
pensando en su fracaso, con cruel melancolía,
si él “supiera de libros”, como Kempis, diría:
“¡Todas las cosas pasan, y nosotros con ellas!
Te conté mis amores en un claro de luna,
mis amores enfermos de eterno soñador,
y, jinete en el blanco corcel de la Fortuna,
penetré en el palacio de tus sueños de amor.
Y, ¿recuerdas el cuento de la Bella Durmiente
que en su alcázar de mármol dormida se quedó?
Yo fui el Príncipe amante que con un beso ardiente
tus dormidos y vírgenes amores despertó.
Después, cruzó el fantasma silente del olvido...
Aquel amor de ensueños que te canté al oído
a otras dormidas vírgenes les he vuelto a cantar,
pero en el alma guardo indeleble tu huella:
una albura de nieve, un resplandor de estrella
y unas indefinibles ansias de sollozar...
En el Malecón
Agustín Acosta
Tardes de retreta, tiene el Malecón
una bulliciosa dulzura discreta.
La música encanta nuestro corazón
con un emotivo valse de opereta.
Urde a nuestros ojos inútiles tramas
el mar, y embargaba nuestra fantasía,
en la lejanía de los panoramas
urde el panorama de la lejanía...
Por el espejeante carbón de asfalto
ruedan los carruajes presurosamente;
el sol, temeroso de un lúgubre asalto,
se esconde en los rojos mantos de occidente.