MORADOS Y AMARILLOS

 

  

        El visitante se extasía ante tan magna maravilla: metros y metros de flores moradas y blancas, en rectángulos perfectos de alineados almendros. El suelo se ha vestido de colores, el verde esperanza del césped y el manto de novia radiante con el que se engalana durante unos días esperando la primavera. O tal vez anticipándose a ella.

         Todo ello en plena ciudad, sin necesidad de trasladarse cientos de kilómetros a ver otro espectáculo fabuloso. No pretendo desmerecer la belleza rupestre de los cerezos en flor, sólo señalar que muy cerca de nosotros podemos admirar varias hectáreas cultivadas de almendros en plena floración a causa de la buena temperatura reinante en este mes de Febrero.

         Mas no sólo contemplamos la extendida capa morada de los frutales. En otros rincones del parque las mimosas se cubren de oro y esmeralda.

         Ante tales visiones no conceptualizo, no analizo. Me limito a sentir, a disfrutar sin más de la belleza, acariciado por el suave calor de unos rayos amorosos. Dejo que mi imaginación me traslade a un país de hadas y elfos jugueteando por entre los arbustos y los árboles. Ellos blanden sus varitas doradas, ellas mecen sus moradas gasas de vaporosos vuelos y ambos me desean felicidad.

 

Alfonso Enríquez de Salamanca

 

 

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