PALABRAS DE APROXIMACIÓN A JULIO E. HERNÁNDEZ-MIYARES, Y SU POEMARIO CAMINANTE SIN LUNAS.
Editorial Nosotros, Miami, Fl., 2007
    Julio E. Hernández-Miyares y Portuondo, nació en Santiago de 
Cuba (1931). Se doctoró en Derecho en la Universidad de La Habana (1953), ciudad 
en la que ejerció como abogado. Fue Profesor de Derecho Tributario en la 
Universidad de San Juan Bautista de La Salle hasta 1961, año en que salió al 
exilio bajo asilo diplomático y se radicó en Nueva York donde obtuvo su Maestría 
y Doctorado en Lengua y Literaturas Hispánicas de New York University (1972). Es 
Profesor Emérito de la Universidad de la Ciudad de Nueva York –Kingsborough 
College (CUNY), en donde por más de treinta años, fue Director del Departamento 
de Lenguas y Programas en el Extranjero. En su prolífica obra tanto en prosa 
como en verso figuran: Doce cartas desconocidas de Julián del Casal (1972); el 
poemario Antillana rotunda (1974); Julián del Casal: Estudios críticos sobre su 
obra (1974); Narradores cubanos de hoy (1975); Antología del Cuento Modernista 
Hispanoamericano (1987); Reinaldo Arenas: Alucinaciones, Fantasías y Realidad 
(1990); Narrativa y libertad; cuentos cubanos de la diáspora (1996); Bustos y 
Rimas de Julián del Casal (1996); y Cabezas de estudio de Jesús Castellanos 
(1996).
    El libro CAMINANTE SIN LUNAS de Hernández-Miyares y Portuondo, 
entroniza con su título, el hondo y doliente contenido de su inspiración poética 
cuyo leitmotiv se resume sin duda en: ausencia, soledad, abandono, nostalgia, y 
silencio que grita. Esa ausencia irremplazable; ese silencio sin orillas, lleno 
de melancolía abismal e implacable; esa soledad devoradora, desesperante e 
insoportable, que a veces solemos llevar dentro, aunque estemos rodeados de 
increíbles presencias y amables seres.
    Los títulos en que están agrupados sus poemas: Camino de 
evocación; Camino de nostalgia; Camino del alma; y Camino del recuerdo, ya de 
hecho muestran las sendas por donde su errancia anímica ha transitado, y estos 
evocación, nostalgia, y recuerdos indelebles, son la impronta de su Yo poético
    La mayoría de los poemas -con algunos monóstrofes- de este 
libro, son de versos sueltos o libres, guardando un bello ritmo dentro del alto 
éxtasis lírico que los distingue. Se circunscriben admirablemente –podemos 
decirlo así-, en los de arte menor. Sus versos de largo aliento existencial 
llevan el pálpito de esa sutil, casi permanente nostalgia por la patria nativa 
que hemos dejado, sentimiento este que nos identifica a los emigrantes a través 
del tiempo y que llevamos en nuestros adentros, como una espinita pungente 
clavada en el alma. Por esta razón de identificación, ha dedicado especialmente 
algunos poemas a sus coterráneos también trasterrados. Mas en su sentir poético, 
las remembranzas embrujantes lo asaltan continuamente en escenas retrospectivas 
en el diorama de su drama interno, en cada paso de su andadura de desarraigado, 
por esta amable y generosa tierra de puertas abiertas, en donde él encontró 
refugio tras de dejar su amada e irremplazable isla: su Cuba del alma, la bien 
llamada “Perla de las Antillas”. Así lo expresa en su poema ISLA: MI OBSESIÓN 
CON TU IMAGEN (pág. 54) “la noche se me alberga / en la cintura / e inventa una 
tonada / de alfabetos. / Y clava en esta página / de espejos, / la imagen 
esmeralda / de tu nombre.”
    En la página siguiente vierte sus anhelos de retorno en el 
poema Y AL FINAL, SIEMPRE TÚ: “Quién pudiera caminar / por esas estrechas / 
callejuelas de la lluvia / y llegar hasta tu centro, / allí donde descansan / 
los que más te han amado!” y más adelante prosigue: “Estoy tan bañado de ti / 
como los cauces / de tus viejos ríos.” 
    Todos esos factores inherentes a la nativa tierra tropical 
que meció su cuna (mar, playas, palmeras, verdor, ceibas, tamarindos, gaviotas, 
caimanes, delfines etc.), son recuerdos aherrojantes que rielan ustorios en las 
evocaciones de sus vivencias, como en el monóstrofe TERNURA DE ISLA (pág. 33): 
“Para dormir el mar / en tus orillas, / lo arrullas con rumor / de caracolas.”
    En SIEMPRE EN TU BUSCA (pág. 52), sigue flébil, derramando su 
nostalgia y su dolor de ausencia: “Ceiba y paisaje, / bandera y matices / del 
ausencia, / rincón en que se duermen / los pesares / sobre las palabras y 
colores, / donde las letras y las flores, / me hacen llegar a ti / por la ruta 
del caimán y los delfines. Su lienzo no logra recobrar esas cálidas tonalidades 
estivales, alacres, perdidas en la distancia. A tal punto es su remembranza 
apasionada que en su minipoema RESPUESTA FÁCIL (pág. 28), con cierta admirable 
hilaridad de párvulo, plantea: “¿ Hay algo más maravilloso/ que una 
palma?/-Dos-” 
    En RECUERDO, POEMA Y PALABRA (pág. 57), habla de la 
permanencia y el poder intemporal de la expresión poética: “Prendido en la 
palabra, / en el momento exacto de las letras: / mi recuerdo se aleja / disuelto 
en el camino de los vientos, / soñando las nostalgias , / buscándote en la 
ausencia y el silencio. (…) de un poema, / pleno de luz, enigma del misterio, / 
a perdurar, por siempre, / en la palabra.”
    Luego con cierta agonía desesperanzada, en FINAL DEL VIAJE 
(pág. 48), confiesa: “Sí, sé que no llegaré, / muy bien lo sé. / Que acabaré mi 
viaje / sin volver a tus playas, / pues sólo guardaré / dentro del pecho / el 
sueño de tus palmas y tu brisa, / las que nunca veré / antes de irme. (…) pero 
me basta / conservar la memoria de tu imagen / y soñar con tu cielo. / Sí, sé 
que no volveré, / pero te quedarás conmigo.” 
    Resume sus pesares en el bellísimo poema EXTRAÑAMIENTO FINAL 
(pág. 34), cuando desborda su emoción así: “Mis penas…. Mi dolor… Pez y ala, / 
isla hecha mito / en el borde impreciso / de la nostalgia; / brisa que vuela / 
sobre el lomo / de las palmas; / barco que navega / la lejanía de tus orillas. 
Pena y dolor, / destierro hecho silencio, / féretro de las ansias / y la 
esperanza.”
    PLEGARIA ERRANTE (pág. 61), es una humilde mas vehemente y 
doliente deprecación que implorante dice: “¡Oh Señor de los caminos! / Afila mis 
palabras, / ¡Oh Señor de las flechas! / Recibe mi dolor de lejanía. (…) ¡Señor 
de las distancias! (…)¡Señor de los silencios!, / Que el eco de mi plegaria 
resuene / sobre la espuma de los ríos, / sobre el ritmo de sus arroyos / y la 
suavidad de sus orillas.” (…) y así hasta cuando imprecatorio clama: “Hoy, solo 
y abandonado, / he venido a implorar / la tranquilidad de tu venganza / y el 
sosiego de tu castigo centenario. (…) Más adelante ruega el privilegio de 
comprender el enigma secreto de esa angustia doliente que se ha entronizado en 
su silencio: “Concédeme, ¡Señor del sosiego! / el don de discernir las 
tinieblas, / de comprender el lenguaje del silencio / y de los ritmos secretos 
de la angustia. (…) ¡Que así sea! / ¡Oh, Señor de la esperanza!”
    Es de anotar que es admirable en este poeta, su orgullo y 
seguridad en la esencia y trascendencia de la expresión poética con su mensaje 
vertical, seguro, directo y enfático como lo demuestra en MI VERSO (pág. 25), 
cuando iza su bandera de triunfo diciendo: “Mi verso irá sin prólogo ni salvas, 
/ erguido entre pequeños, / Gran Señor de su letra / y de su estampa. Y vivirá 
seguro de sí mismo, / fijado en la presencia / de su estirpe.”
    ¡Albricias por la expresión poética de Julio E. Hernández- 
Miyares, el sensible y talentoso bardo quien con su estro poético pone muy en 
alto la excelsitud de su tierra cubana; gloria que por extensión, nos confiere 
orgullo a quienes estamos felizmente amalgamados por la preciosa Lengua 
Cervantina!.
    ¡Enhorabuena llegue a todos los confines del orbe, su 
admirable poemario CAMINANTE SIN LUNAS!, para que paradójicamente, sí alumbre 
nuestra senda con la luz de su numen y con la luz del famoso cielo cubano, 
turquí, del que se dice que en noches estrelladas parece que se pueden alcanzar 
las estrellas extendiendo los brazos….