LLEGA LA NAVIDAD
Un
año más el mes de diciembre nos envuelve con su ambiente festivo y familiar;
popular y consumista.
Llega la Navidad, y parece como si de pronto se despertara en nosotros una necesidad incontenible de desearnos paz y felicidad.
La felicitación navideña, como es sabido, tiene su origen más genuino en aquel anuncio que se escuchó en Belén: Os anuncio la gran alegría para todo el pueblo, hoy os ha nacido un Salvador.
Aquella especial invitación a la alegría y a la fiesta la recibieron y transmitieron unos sencillos pastores, diciéndose unos a otros:
“Vayamos, pues, hasta Belén y veamos lo que ha sucedido. Y fueron a toda prisa y encontraron...”
Hoy, artísticos tarjetones o postales vulgares, ‘christmas’ de hondo mensaje religioso o tarjetas superficiales parecen bastar para transmitirnos la felicitación.
El clima festivo navideño cuenta con una mayoría de defensores, con otros detractores y una minoría escéptica, desafecta, que no ven diferencia entre estos días y los restantes del año, ni razón para la felicidad, el gozo y la esperanza. También son muchos los que entienden que estas fechas deben ser algo más, algo muy distinto, porque para ellos Navidad significa Dios con nosotros.
Por eso, podemos limitarnos a mantener y cumplir una rutinaria tradición o tratar de apropiarnos la misma experiencia de búsqueda que vivieron aquellos pastores de Belén.
Tal vez no sea suficiente limitarnos a la fiesta habitual y todos estemos, nuevamente esta Navidad, invitados a ir a toda prisa a intentar adentrarnos en esa gruta que es nuestra propia esencia, nuestra íntima oscuridad y en ella, al igual que los pastores
en aquella pequeña gruta, nos atrevamos a... ‘encontrar...’
Así, sin duda, nuestras felicitaciones llegarán a ser más sinceras, pudiendo llevar consigo el compromiso de vivir creando en nuestro entorno un clima más humano y cordial. Nada del otro mundo, quizá sólo pequeñas cosas...
En
medio de las variadas ofertas de Navidad; sorprendidos por la abundancia del
‘hipermercado’ en que se han convertido estos
días, también puede ser deseable poder oír otra oferta más radical; una
propuesta más arriesgada, que haga más perdurable en nosotros la buena noticia
de la Navidad.
Porque, cuando tenemos la convicción interior de que no somos indiferentes a todo lo creado... entonces es Navidad.
Cuando en nuestras alegrías y tristezas, en nuestras ilusiones y angustias, sentimos la compañía cercana de quien siempre está a nuestro lado... entonces es Navidad.
Cuando, a pesar de todo, creemos y confiamos en el hombre, porque lleva dentro de sí la impronta Divina... entonces es Navidad.
Cuando somos capaces de hacernos como niños, de abrirnos a la capacidad de sorpresa y admiración con veneración y respeto al misterio del Universo y del ser humano, y, al mismo tiempo, sentimos que ese misterio nos ha sido manifestado por quien nadie ha visto jamás... entonces es Navidad.
Cuando en el fondo de esa gruta nuestra, encontramos que hay un alma con capacidad para tolerar, respetar, comprender y amar al prójimo, poniendo en ello todo empeño... entonces es Navidad.
Todos somos urgidos a descubrir la propuesta radical, definitiva, estable y atrevida que nos dice: ¡Ven!
Y si nos atrevemos a asomarnos a la gruta de Belén para ‘encontrar’ o ‘encontrarnos’; si de verdad lo hacemos, podemos tener, vivir y desear una FELIZ NAVIDAD.
Antonio Alcalá