Por: Leonora Acuña de Marmolejo
Debemos reconocer que Cuba ha sido y es cuna de insignes poetas y escritores. Y tal parece que los cubanos del exilio pensaran poéticamente con sólo visualizar en una retrospectiva nostálgica su añorada tierra. En más de una ocasión, en mis reuniones de verano aquí en casa, he escuchado palabras similares de “mis queridos cubanos” como suelo llamarlos con aprecio, cariño y reconocimiento. Alguna vez uno de ellos, ante el domo celeste de un imponente ocaso estival, cerrando los ojos murmuró casi arrobado: “Como el cielo cubano: de un profundo azul turquí, tan intenso, y tachonado de estrellas luciendo tan cercanas, que parece que se pueden alcanzar con sólo extender los brazos.”
Odón Betanzos-Palacios Director de la Academia Norteamericana de la Lengua Española, ha dicho con sobrada razón: “Intentar aproximarse al alma y aleteo de un poeta, es siempre una aventura.” Y sé que es tarea delicada interpretar la esencia y las razones íntimas que subyacen en las entretelas anímicas de un bardo, mas impelida por la comunión con que el estro poético amalgama a los bardos, intentaré acercarme a la fuente poética de la inspiración de JULIO ESTORINO, el periodista y poeta de respetable trayectoria iniciada en su país de origen: Cuba, en donde nació en Unión de Reyes, (Matanzas) en 1943. Posteriormente, en 1963 llegó como exiliado político a los Estados Unidos.
Estorino reside actualmente en Miami en donde también cuenta ya con una larga experiencia en el periodismo radial y televisivo el que ejerce actualmente en Radio Paz, la emisora católica de Miami. Además, como noble exiliado que continúa llevando la patria en su corazón, ha dirigido trascendentales actividades cívicas en el destierro, tales como la Junta Patriótica Cubana.
Tras leer las primeras páginas de su regio libro Cimarrón en monte extraño, (cuya elocuente carátula fue diseñada por su hija Ana Isabel), me di cuenta de que estaba ante un poeta genuino y rotundo en su decir sincero y vertical, y no pude parar hasta devorar, digámoslo así, con interés y ansiedad de piloto, todo su contenido de lírico cariz que además de ser profundamente humano, posee el preciado don de la claridad de expresión por la que abogó el apóstol San Pablo al decir: “Si al hablar no pronunciáis palabras inteligibles, ¿cómo se entenderá lo que decís? Es como si hablarais al viento.” (1Corintios, 14).
En MI TIERRA, el más extenso poema de su libro (constituido por 15 octavas), vuelca su alma nostálgicamente y muy emotivamente en un viaje visual y descriptivo de la semblanza geográfica de su patria: “Mi tierra dejó en Matanzas/ su corazón de poeta/ y Dios le dio como musas, / el Pan…Yumurí… las cuevas,…”. Y ciertamente, La Perla de las Antillas, le traspasó ese estro poético que en él anida.
En CIMARRÓN, el poema que da título a su libro, este admirable vate, se expresa soberbiamente con un genuino sentimiento así: Mi verso triste y rural, / vive juyuyo en el monte, / buscando en el horizonte / tu república cordial…/ Sin hombres cordiales, mal / se hará nación el rebaño…/ ¡Apóstol que el desengaño / no me castre el corazón, / cimarrón en monte extraño!
En su poema VARABANDERA, de octosílabos, nos lleva con sus vivencias por los paisajes escénicos de Varadero la preciosa tierra que le inspira estos versos: “Su derroche de colores / el horizonte recoge / y hasta el mar se sobrecoge / cuando mira sus colores; “
Y prosigue: “los celajes como flores / se regalan a los ojos /… llaman a todo el planeta / a que se ponga de hinojos” Y más adelante con un aire lorquiano desgrana estos versos:
… Rojo de sangre y de sol, / azul de tu azul azul, / blanca espuma, blanco tul /, zafiro, nieve, arrebol…/ Un mágico caracol / ha juntado en tu ribera / tus colores, cual si fuera, / su misión y su mensaje / el transformar tu paisaje / en una viva bandera.
Como el innato poeta que es, tiene fibra de filántropo, y ama las cosas simples porque comprende que en ellas reside el alma de la felicidad. Así, en su CANTO DE LIBERTAD refiriéndose al precioso tesoro de la libertad, dice: “No te puede tener / quien al oro por dios reverencia, / quien ignora el placer / superior de las cosas pequeñas / no te puede entender / quien hermano del mundo no sea, / quien un gusto de hiel / ante cada injusticia no sienta, / no te debe tener / quien el yugo prefiera a la estrella,…”
Con una noble rebeldía de admirable sabor humano, y con el intransferible dolor del desarraigo patrio, su estro le inspiró el flébil poema y uno de los más bellos NO ME LLAMES DESTERRADO: “No me llames desterrado / porque no pisen mis plantas / el suelo donde naciera, / ….mi patria está aquí conmigo, / porque la tengo en el alma.
Como buen cubano, y como es natural, no ha faltado en su libro el poema de recordación y loa a la inolvidable Guarachera, la diva que hizo famosa la exclamación “¡Azúca!” Así nació su poema “A CELIA CRUZ, en su paso al cielo”.
Tampoco faltó el poema de agradecimiento, la cualidad de los seres grandes y nobles. Lo corrobora su poema “Oración por los Estados Unidos”
Por último con el íntimo deseo de que sus restos mortales reposen en la tierra que meció su cuna, y tal como lo han manifestado otros poetas ya desaparecidos como Pura del Prado, en su poema TESTAMENTO expresa su última voluntad: Hijas mías: si es mi suerte / -¡ojalá Dios no lo quiera!- / que en tierras de exilio muera / -sería una doble muerte- / sepultad mi cuerpo inerte / en este suelo bendito, / hasta que en mi Cuba un grito / anuncie la libertad, / y entonces, por Dios llevad / mis restos a mi pueblito./ ¡Llevad mi polvo en seguida, / llevadlo hasta Unión de Reyes, / paseadlo por los bateyes / en son de fiesta y de vida!” Y finaliza diciendo enfático: “Desterrado… ¡nunca más! / …Os dejo mi corazón!.
Albricias para Julio Estorino por ser un símbolo de la pujanza y trascendencia de nuestras letras, poniendo en alto el nombre de Cuba. ¡Que su numen continúe iluminando los cielos de nuestra cultura hispanoamericana!