EL HISTORIADOR ANTE SUS RETOS
Carlos Ripoll, en dos esclarecedores artículos publicados en
El Nuevo Herald, ha señalado el camino. En el primero, titulado “Martí no ha
muerto”, le hala las orejas a Carlos Alberto Montaner por su trabajo “La
mitología política en el culto a José Martí”, donde Ripoll observa “el mal
disimulado desdén con que Montaner comenta” sobre “el nacionalismo romántico
representado por José Martí”.
Aclara Ripoll que la afirmación de CAM de que el entorno
martiano estuvo alejado del gobierno de la República no se ajusta a la verdad
histórica: el primero, Don Tomás Estrada Palma, fue la persona más respetada por
Martí en la emigración de Nueva York y fue el que lo sustituyó después de Dos
Ríos como jefe del Partido Revolucionario Cubano; los generales José Miguel
Gómez y Mario G. Menocal pelearon en la guerra de Martí, aun el tirano Gerardo
Machado. Don Tomás fue presidente de la República de Cuba en Armas. Y el primer
presidente de la era republicana.
Carlos Ripoll aclara que la afirmación de Montaner de que el
gobierno interventor le concedió el ascenso a capitán del ejército mambí al hijo
de Martí, tampoco se ajusta a la verdad pues Pepito Martí se ganó ese grado por
sus méritos en la toma de Victoria de Las Tunas.
Es cierto lo que afirma Ripoll, todos los que conocen un poco
la historia de esos gloriosos días, saben que Calixto García le concedió el
grado al joven artillero José Martí, que se lanzó a la guerra a los 17 años, tan
pronto supo que su padre había muerto abrazado a la bandera de su ideal, de ver
a Cuba libre.
Alertados por los responsables señalamientos de Ripoll, hemos
observado a los detractores del Apóstol, entre los que se agazapa Alejandro
Armengol, que no sólo pide “Enterrar a Martí” sino que afirma: “Un país no se
fundamenta sobre el ideal exaltado de un poeta.” Otro pensamiento del Apóstol
–Crear es la palabra de pase de esta generación. El vino de plátano, si sale
agrio, ¡es nuestro vino!-, para Armengol es una exclamación lapidaria y funesta,
y a partir de ese momento, los incapaces –abundantes en Cuba y en el exilio- han
tenido su justificación garantizada.
Vamos a ver dónde se puede ubicar este caballero del enredo,
si entre los incapaces o los oportunistas. Tal vez Armengol es un sujeto
inteligente, que quiere llamar la atención, pero sus planteamientos son
notablemente estúpidos.
Otro fulano que encharca las playas de Miami es Emilio
Ichikawa, que afirma: -Así se podría distinguir entre una seudo y una verdadera
república independiente, la primera alcanzada en 1902 y con carácter
constitucional, la segunda alcanzada en 1959 con carácter constituyente.
Es decir, para Ichikawa la república por la que dieron la
vida Agramonte, Carlos Manuel de Céspedes, Martí y Maceo, es falsa. La de Castro
es la verdadera.
Prueba de que la República de 1902 es la que representa al
pueblo de Cuba es que, pese a la intervención de los Estados Unidos con la
miserable enmienda Platt, la que borramos de nuestra constitución en 1934, en
1948 Cuba era una república soberana e independiente. Era la frente de América.
Para Ichikawa, el 10 de Octubre “es un festejo singular que
no está vinculado a la consumación de un propósito, sino a la práctica de un
método. Como sucede con la república martiana, establece una tradición por
futuridad, el entusiasmo de un proyecto”.
En Ichikawa, experto en galimatías, cantinflas de la
filosofía, se nota una penetración ideológica que la dictadura le ha grabado en
el alma, siguiendo el método utilizado por Pavlov para amaestrar a sus famosos
perros, por lo que repite lo que Castro le ha enseñado.
A este trío, se une Andrés Reynaldo, que afirma que Martí fue
intelectualmente deshonesto y políticamente “demagógico” cuando le postuló a
Cuba la misión de impedir la expansión de la influencia de los Estados Unidos
sobre el resto de nuestros países”.
Suponemos que alude a la carta de Martí a su amigo el
mexicano Mercado, en momentos en que el Apóstol trata de explicar su posición
frente al gobierno estadounidense, que prefería una Cuba colonial y ponía toda
clase de impedimentas a los patriotas cubanos que luchaban por la independencia,
cuando los Estados Unidos planeaba anexarse la isla y convertir a Cuba en un
cayo más de la Florida.
Es evidente que este insolente no respeta la memoria del
Apóstol cubano al que califica de “demagógico” y deshonesto, pero es posible que
si estudia la guerra del cubano por su independencia pueda pensar con más
claridad y, si es honesto, rectificar sus errores.
El historiador cubano no puede eludir el reto de enfrentar a
los que pretenden mancillar la vida de José Martí, siguiendo pautas formuladas
por el Partido Comunista de Cuba.
Emilio Martínez Paula,
presidente de la Academia de la Historia de Cuba (Exilio)